Luego de las movilizaciones estudiantiles y sociales de los últimos años, la sociedad chilena avanza y se involucra bajo la idea de mayor y mejor democracia, participación en los ámbitos de los vida cotidiana y la defensa de sus derechos.
No cabe duda que nos enfrentamos a un nuevo escenario político y social con grandes desafíos. Han ofrecido respuesta a las demandas sociales y principalmente a las educacionales, prometiendo una gran reforma educacional, ante la que debemos estar atentos, pues no basta con que utilicen nuestras consignas si los cambios no apuntan hacia la conquista de la educación como un derecho.
En esta pelea, el rol de la Chile, su visión, comunidad y autoridades son fundamentales: por un lado debemos ser capaces de enfrentar el debate nacional construyendo horizontes conjuntos sobre el modelo educacional por el que nos hemos movilizado, mientras que por otro lado tenemos que lograr transformar nuestra universidad en un referente de las demandas que hemos levantado.
Lo anterior no es concebible continuando la dinámica en la que funciona actualmente nuestra universidad, donde las autoridades se han dedicado a administrar eficientemente la universidad, pero bajo lógicas basadas en el cumplimiento de estándares internacionales, que finalmente pesan más que las necesidades sociales: la administración se concreta a través del trato diferenciado entre institutos y facultades según su rentabilidad, donde a las disciplinas menos rentables se les abandona y se les sumerge en un estado de precarización y a las disciplinas más rentables se les mercantiliza, incluyendo a empresas y privados en la gestión de sus espacios. Incluso se produce un trato diferenciado entre los mismos estamentos según su relación contractual o situación socio-económica, cuestiones que son insostenibles e impresentables en una universidad que se jacta de su carácter público. Es por esto que la apuesta en las elecciones de rector -a realizarse el próximo mes- deja de ser prioritariamente sobre quién puede dar una administración más eficiente, lo que debe prevalecer sin duda es la transformación de la Universidad Chile y su rol en la defensa del derecho a la educación.
Transformaciones que sean en miras de las necesidades sociales y que dejen de avalar las lógicas de autofinanciamiento que se traducen en sobrevivir a la mercantilización de la educación. Nuestra apuesta debe ser enfrentar al modelo educativo, lograr que la producción de conocimiento sea para las mayorías y que la formación de profesionales sea abordada desde una visión país, responsable, transformando las disciplinas existentes y haciéndose cargo de las que se proponen incorporar. Todo ello traducido en una revalorización de las disciplinas olvidadas y un trato igualitario, que se haga cargo del bienestar de su comunidad y de cómo esta debe estar vinculada con la sociedad.
¿Pero es posible una transformación bajo las condiciones actuales y que satisfazga a la comunidad? Para una transformación real y que contemple la diversidad de visiones de la Universidad, se requiere en primera instancia de la participación de toda la comunidad en la toma de decisiones, es decir que las nuevas autoridades estén dispuestas a escuchar a los distintos estamentos, que abra los espacios de participación y decisión, y que apueste por un proyecto de universidad construido entre y para todas y todos.
Hoy bajo un escenario de elecciones de rector nos encontramos con 7 candidaturas inscritas, cada una de ellas enfrenta el proceso con miradas distintas del quehacer de un gobierno universitario. Consideramos que existen dos, una encabezada por Ennio Vivaldi y otra por Gonzalo Díaz, que han abierto la discusión en torno a los ejes programáticos que hemos mencionado y que desde hace ya un tiempo han sido parte de la discusión interna que hemos dado como estudiantes. Si bien se levantan con ciertos matices, ponen en discusión factores relevantes a la hora de una apuesta desde la izquierda académica.
Celebramos en primer lugar la existencia de este tipo de candidaturas, pues desde antes de la dictadura que no se levantaban opciones de carácter crítico en torno al devenir de nuestra Universidad y que enfrenten este desafío con vocación de mayorías, pues involucrar a toda la comunidad es una tarea fundamental para poder avanzar. Sin embargo estamos convencidos que esta vocación no debe pecar de pragmatismo por ganar, pues el desligue de la vocación democrática y de transformación de la universidad, peligra en desembocar en una candidatura más de la continuidad que olvida la necesidad de hacerse cargo de los cambios irrenunciables que deben ocurrir en la casa de Bello.
A la vez lamentamos la imposibilidad de unificación de estas dos opciones, considerando un escenario donde el conservadurismo y la tecnocracia compiten fortalecidos y que la posibilidad de ser otro testimonio de izquierda es alta.Salir de la marginalidad debiese ser tan prioritario como la instalación de ejes programáticos y proyección de un esfuerzo académico transformador.
Es por esto que hacemos un llamado a que los académicos y académicas enfrenten este proceso con proyección y reflexión colectiva de lo que buscamos como universidad, del mismo modo como estudiantes no podemos quedarnos mirando el debate, debemos ser parte de él y establecer desde nuestra vereda ejes de transformación que apunten a hacer de la Chile un referente de lo público:
La invitación es a construir la universidad que queremos, y sobre todo la que el Pueblo de Chile necesita.
Defender la educación pública es transformarla.
Colectivo Romanescu e Izquierda Autónoma